sábado, 8 de marzo de 2014

¿Machista yo?



 


Realmente no comprendo por qué me decís una cosa así. ¿Qué exagero decís?
Imaginate. Vos salís de tu casa temprano para comprar el pan y esa guacha ¿qué hace? Nada.
No puedo contarte la cantidad de veces que le dije que quería la comida cliente en la mesa cuando llego. Además, si no quería atender  a un marido ¿para qué se casó?
No claro, no tenés respuesta. ¿Sabés por qué? Porque no la hay. Ella lo estaba pidiendo todo el tiempo. Yo le decía:
“Rosa ¿dónde está la comida? ¿Por qué me hacés esperar cuando llego del trabajo? Decime nena ¿qué hiciste todo el día? ¿Cómo puede ser que eme digas que no tuviste tiempo? ¿Cómo hacen las mujeres de mis compañeros de trabajo, cómo?”
Y ella, que me mira con esa cara de nada, con esa expresión sin sentido y no me contesta ¿Sabés por qué?  Porque no tiene respuesta
¿Qué tengo que hacer? decime ¿qué?
Vos me decís que me pongo violento, que “hable” con ella.
Pero si yo ya hablé, te juro que hablé, pero la muy desgraciada hace como que no me escucha.
Mirá, la otra noche llegué a casa, la comida no estaba servida y cuando la trajo a la mesa, estaba fría. ¿Vos todavía me pedís que la entienda? Que tiene muchas cosas de qué preocuparse con los pibes, que son muchos… y bueno, en casa eramos ocho y mi vieja nunca se quejó, siempre hizo lo que el viejo quería y cuando el viejo se murió, lo que queríamos nosotros, sus hijos.. sí ya sé que con las hijas fue distinto.. Pero ¿qué querés? Eran mujeres.
Y ahora tengo que ir a la policía a declarar ¿a vos te parece? Declarar por hacer lo que cualquier hombre en mi lugar hace..
No, no exagerés; si fue apenas un empujoncito. Lo que pasa es que Rosa es muy sensible ¿Qué sangró decís? No, un poco…un moretón en un ojo, en unos días se le pasa.
¿Cómo que dice que no quiere volver a casa porque tiene miedo?..Pobre, esa no sabe lo que realmente es tener miedo… y vos Julián, no entiendo cómo podés decir esas cosas de mí.  “Machista”, que soy machista…

Las voces




Mariana terminaba de cursar su última materia de la carrera de Historia; cuando a comienzo de ese año leyó un artículo en el diario sobre la canonización de  Juana de Arco que había realizado el Papa Benedicto XV; supo cuál sería el tema de su tesis.
Fue aquel domingo que entró a una iglesia de la orden de los dominicos
-         Historia Medieval –repitió el monje- muy interesante.
Mariana entonces le explicó qué es lo que estaba buscando, algún dato novedoso, algo que pudiera ayudarla.
-         En la biblioteca hay un documento traído por el padre André, junto con una carta, que se dice, escribió la madre de Juana.
-         ¿Puede usted mostrármela?

El anciano se levantó muy lentamente, y con un gesto invitó a que lo acompañe. El documento en cuestión era un interrogatorio al que Juana había sido sometida por una comisión de Teólogos en Poitiers, apenas podía leerse.

-         ¿Quién os ha mandado en búsqueda del Delfín de Francia?
-         Las voces, ellas me dijeron qué era lo que Dios quiere de mí.
-         Hablasteis entonces con Dios?
-         ¡No! Sólo con el arcángel Gabriel que me indicó que debía hacer…
-         ¿Y qué es, según vos, lo que Dios quiere que hagáis?
-         Salvar a Francia
-         ¿Creéis que sois tan especial?
-        
Con mucho cuidado, Mariana dio vuelta la página y para su sorpresa, había un segunda parte:
-         ¿Y cómo has llegado hasta su majestad entonces?
-         Vestida de paje

¿Vestida de paje?..Pero si en todos los documentos y libros de la época figura que Carlos VII fue quien se disfrazó para probar si Juana podía reconocerlo.
¡La carta! La abrió cuidadosamente. La madre de Juana le contaba al Papa Calixto II que el Delfín había traicionado a su hija, que le había tendido una trampa entregándola  a los seguidores del Duque de Borgoña quien la vendió a los ingleses, que  en el ataque de París ya había sido capturado y para salvarse, entregó a la joven.
Juana había jurado no difundir la cobardía del rey, pero su madre, dos décadas después, no pudo guardar silencio.

Mariana dejó de leer el libro y miró con curiosidad al fraile ¿por qué había permitido él que leyera esta carta que podía cambiar el cuso de la historia?
En voz muy baja el anciano respondió antes que Mariana formulara la pregunta:
-         Las voces me lo han pedido.